Límites


Hace unos días, terminados los malos tragos septembrinos de los exámenes, recuperé la sana y buena costumbre de meterme sola en la sala de algún cine a ver una peli de esas que apetecen muxo. Me vi el anticristo, de mi danés loco favorito.
Previo a esto, llevaba poco menos de un mes leyendo críticas sobre este largometraje donde como poco lo tildaban de basura violenta, apología a la violencia doméstica y un largo etc de cosas que no se si estoy dispuesta a repetir aquí.
En todo, para variar, estoy en absoluto desacuerdo.
Violencia gratuita, violencia de género: simplista.
Dentro del contexto, en mi opinión, la violencia está perfectamente justificada.
Violencia gratuita hay en cientos de producciones cada año de basura Hollywoodense y zas! taquillazo.
Días más tarde con este remover Beatleliano que hay, un diario de tirada nacional publicó una muy conocida foto de Yoko Ono (arriba) con las gafas ensangrentadas de Lennon justo después de morir asesinado en NY. Asistí patidifusa a los comentarios de gente que criticaban el hecho de que se llamase arte a algo tan sórdido cuyo único fin era el de sacar jugosa recompensa metálica del morbo de la imagen.
Yo supongo que esta opinión, venida de una persona muy maja pero también muy joven, se fundamenta en la actual situación penosa que tienen los medios de comunicación, donde los famosos de turno vende sus miserias en el "tomate" (¿se llama "tomate no?)
Analgésica se me hace la imagen de esta sociedad. Nadie quiere ver dolor, desesperación, ni tristeza (los tres mendigos... me sigues gustando Lars!) pero lo cierto es que el arte a lo largo de la historia está plagado de dolor, desesperación y tristeza; esta lleno de la fealdad del mundo, de la crueldad humana, de peste, enfermedad, calamidad y sufrimiento. El arte va de la mano con la melancolía pero esta sociedad va tan colocada de analgésicos (anestesia no: analgésicos) que parece que este hecho le molesta. Ala, a ser felices todos, y guapos y ricos y talentosos y tomar toneladas de ibuprofenos en cápsulas blandas para el alma, no vaya a ser que nos apetezca llorar con una canción, o que nos explote una imagen de desenperanza en la cara cuando vamos al cine, o que encontremos de pronto un rastro de calamidad y desasosiego mirando de frente el Guernica.