El síndrome de Estocolmo (parte II; la última copa y nos vamos a casa)

"Repito: no me seducía imitar a los humanos; los imitaba porque buscaba una salida; por ningún otro motivo."

Informe para una academia, Franz Kafka (1917)

Puedo reducir mi vida, así, como si fuese moco de pavo, a dos palabras: miedo y renuncia.
Mucho tiempo viví víctima del terror, de un miedo profundo y doloroso a todo.
Creo que de niña sólo me impresionó la calamidad; aún guardo recuerdo de la angustia que sentí durante mucho tiempo, la primera vez que nos hablaron en el cole de los agujeros en la capa de ozono. Tenía unos siete u ocho años; me preguntaba que sería de mi perro cuando el mundo explotase y no hubiese nadie que se preocupase por él. Al cabo de unos meses mi padre me tranquilizó: "si el mundo se acaba, no habrá perro del que ocuparse". Asunto resuelto ¿Quién querría vivir en un mundo sin perros? Durante años padecí una enfermedad maravillosa llamada ingenuidad; en la infancia fui la más ingenua de los que me rodearon, y eso me acompañó largo tiempo, hasta que me curé. Lástima. Aunque sé que tengo secuelas.
El miedo es una jaula terrible, y para darle solución y limar los barrotes empecé con la mal sana y cruel disciplina de la renuncia; a veces cuando he de engordar mi lista de cosas que no he de hacer o tener, recuerdo a Sebastian Gorza*(1) y me pregunto si voy a acabar mis días como él.
Entre las cosas a las que voluntariamente he renunciado hay muchas que ya no tienen valor, han dejado de resultar una pérdida, supongo que una vez vista la mentira no hay vuelta atrás: tener una casa "en propiedad" nunca va a darme un hogar, ni tener un coche conseguirá llevarme a donde quiero. Pero no odio las casas ni los coches, al contrario, siento profunda admiración por la arquitectura y la mecánica, me emocionan las máquinas y todo el proceso que ha llevado al ser humano a construirlas me sobrecoge. Sin embargo he renunciado a conducir por aquello de ser consecuente con las ideas; ideas nacidas del miedo a vivir en mundo sin perros.
Hace años dejó de gustarme el futuro, es decir este presente, y por ello hace años renuncié a la maternidad, para no tener que profundizar en el tema, metiendo la mano hasta el puño en ciertas heridas, me he gerenciado una lista de excusas configuradas con frases lapidarias, aunque lo cierto es que el motivo es siempre el mismo ¿quien querría para sus hijos un mundo sin perros?
Ya no tengo miedo casi a nada, no hay jaula, todas la vendas han caído*(2); pero aun duele, aunque ya no tengo claro si este dolor se ha quedado como parte residual del miedo o es producto de la renuncia, tal vez mi simiesca vida anterior no quiere renunciar al poder que le otorga su cuerpo animal, su alma hecha de puro instinto.

*1 Sebastian Gorza, Pascal ferri.
*2 V de Vendetta, Alan Moore.

1 comentario:

Laura Tovar A. dijo...

Eyy y que paso con el blog???
no han escrito más... :(